Noelia
05/04/2007, 16:23
Ayer por la tarde hice mi primer espectáculo infantil en un cumpleaños y resultó, para mi gusto, fatal, pero al público le encantó, tanto a los niños como a las mamás y papás, pero yo me fui un poco con mal sabor de boca porque no salió todo lo perfecto que quería que saliera. Todavía me están durando los nervios, pero eso sí, los niños respondieron muy bien, y por ese lado disfruté muchísimo. Os cuento la historia:
El caso está en que era el cumpleaños del hijo de un amigo mío, con el que tengo bastante confianza. En principio lo iban a celebrar en un “Telepizza”, pero como me ofrecí para realizarle el espectáculo, resulta que tuvo que cambiar el sitio porque allí se iba a celebrar otro cumple y él no quería que se juntaran tantos niños para ver el show. Finalmente encontró una pastelería-cafetería que tenía un altillo, donde estaríamos todos mucho mejor, sin que nadie nos molestara, lo cual me pareció muy buena idea. Llegado el día, cuando entré en la pastelería y vi cómo era el altillo, un poco más y me da un patatús: era pequeñísimo, así que me di cuenta que lo iba a pasar mal por el tema de espacio.
Cuando llegué y los niños me vieron, como sabían que iba a venir una maga, no paraban de hacerme preguntas: los niños “¿vas a hacer aparecer un conejo?” o las mamás “¿me vas a hacer desaparecer estos kilos de más?”. Bueno, yo intentaba responder lo mejor posible, porque el cachondeo era colosal (en plan broma, eso sí).
Llegué antes de que se pusieran a merendar y traía conmigo unas espadas ya hechas. Fue increíble. Todos querían una, pero yo no las quería repartir hasta después del show. Pero al final me tocó darlas antes de la tarta porque estaban todos pesadísimos. No os podéis ni imaginar lo que disfrutaron jugando con esas espadas.
Realicé más o menos el programa que describí en el post “Crear un espectáculo”, pero con algunas modificaciones, porque cuando lo ensayé, no me sentía segura con algunas cosas y las cambié.
Me tocaron todo tipo de niños:
. El típico insoportable-medio empollón (hasta con gafas), que no paraba de hablar y de decir, en ocasiones, “yo sé cómo lo ha hecho” (evidentemente no lo sabía, pero era sólo porque los niños también tienen esa curiosidad de saber cómo hacemos los juegos).
. La niña de tres años que no sabe lo que hace una maga y se piensa que me la voy a comer (gracias a su mamá que la calmó, porque si no se pone a llorar allí mismo- luego sí que disfrutó).
. El protagonista del cumple, que lo sacas y en vez de estar pendiente del juego que estamos haciendo, está pendiente de llamar a su hermanito de tres años para suba a verlo.
Pero en general, muy bien, porque los niños participaron mucho y es algo que te llena.
Tres anécdotas que me pasaron muy curiosas son:
. Traía el abanico roto y recompuesto. Pues bien, el niño que saqué va y lo abre de forma correcta, así que un gag menos, pero luego con la nieve china quedó muy bien.
. El lugar era tan pequeño que las mamás estaban a menos de medio metro de mí (no había espacio) y para postres, me tuve que situar al lado de la escalera de bajada (para que no me acosaran), pero lo bueno vino a mitad del espectáculo porque resulta que los únicos baños que hay están en el altillo (donde se celebraba el cumpleaños) y subieron otras madres con sus respectivos hijos (en total 6 o 7 personas más) para mear al baño, pero como me vieron, se quedaron. En ese momento pensé que me moría, porque con la cantidad de nervios que tenía, y encima ya no podía estar más rodeada. Los nuevos niños curioseando en mis cosas, mirando la chuleta que tenía, y yo diciendo: “que no vale mirar”, en medio del espectáculo (que queda fatal). Pero bueno, lo intenté llevar lo mejor posible (ya que era casi el final y no tenía muchas cosas a la vista).
. Casi al final, les quise hacer el efecto Candy Factory, pero resulta que un invento que me fabriqué para coger mejor el azúcar, va y me falla, así que los niños sin caramelos. Salí del paso como pude, porque les dije que como no habían dicho las palabras mágicas, los caramelos no pudieron aparecer.
Bueno, salí de allí bastante nerviosa y pensando que todo había estado muy mal, pero a la gente les gustó muchísimo. Las mamás quedaron encantadas y así me lo dijeron.
El show lo filmé para verlo a posteriori y la verdad es que no quedó tan mal como me lo había imaginado. Siento mucho deciros que me hubiera gustado ponerlo para que lo vierais y dierais vuestra opinión, pero no va a poder ser porque no se me oye casi nada. Sólo se oyen a los niños de fondo alborotando, las mamás pasando por delante de la cámara y la verdad es que no tiene muy buena calidad.
A la conclusión que he llegado es que tanto a niños como a mamás y papás les gustó mucho y luego me lo dijeron todas emocionadas. Así que me puedo dar por satisfecha, dentro de todo lo que pasé.
El caso está en que era el cumpleaños del hijo de un amigo mío, con el que tengo bastante confianza. En principio lo iban a celebrar en un “Telepizza”, pero como me ofrecí para realizarle el espectáculo, resulta que tuvo que cambiar el sitio porque allí se iba a celebrar otro cumple y él no quería que se juntaran tantos niños para ver el show. Finalmente encontró una pastelería-cafetería que tenía un altillo, donde estaríamos todos mucho mejor, sin que nadie nos molestara, lo cual me pareció muy buena idea. Llegado el día, cuando entré en la pastelería y vi cómo era el altillo, un poco más y me da un patatús: era pequeñísimo, así que me di cuenta que lo iba a pasar mal por el tema de espacio.
Cuando llegué y los niños me vieron, como sabían que iba a venir una maga, no paraban de hacerme preguntas: los niños “¿vas a hacer aparecer un conejo?” o las mamás “¿me vas a hacer desaparecer estos kilos de más?”. Bueno, yo intentaba responder lo mejor posible, porque el cachondeo era colosal (en plan broma, eso sí).
Llegué antes de que se pusieran a merendar y traía conmigo unas espadas ya hechas. Fue increíble. Todos querían una, pero yo no las quería repartir hasta después del show. Pero al final me tocó darlas antes de la tarta porque estaban todos pesadísimos. No os podéis ni imaginar lo que disfrutaron jugando con esas espadas.
Realicé más o menos el programa que describí en el post “Crear un espectáculo”, pero con algunas modificaciones, porque cuando lo ensayé, no me sentía segura con algunas cosas y las cambié.
Me tocaron todo tipo de niños:
. El típico insoportable-medio empollón (hasta con gafas), que no paraba de hablar y de decir, en ocasiones, “yo sé cómo lo ha hecho” (evidentemente no lo sabía, pero era sólo porque los niños también tienen esa curiosidad de saber cómo hacemos los juegos).
. La niña de tres años que no sabe lo que hace una maga y se piensa que me la voy a comer (gracias a su mamá que la calmó, porque si no se pone a llorar allí mismo- luego sí que disfrutó).
. El protagonista del cumple, que lo sacas y en vez de estar pendiente del juego que estamos haciendo, está pendiente de llamar a su hermanito de tres años para suba a verlo.
Pero en general, muy bien, porque los niños participaron mucho y es algo que te llena.
Tres anécdotas que me pasaron muy curiosas son:
. Traía el abanico roto y recompuesto. Pues bien, el niño que saqué va y lo abre de forma correcta, así que un gag menos, pero luego con la nieve china quedó muy bien.
. El lugar era tan pequeño que las mamás estaban a menos de medio metro de mí (no había espacio) y para postres, me tuve que situar al lado de la escalera de bajada (para que no me acosaran), pero lo bueno vino a mitad del espectáculo porque resulta que los únicos baños que hay están en el altillo (donde se celebraba el cumpleaños) y subieron otras madres con sus respectivos hijos (en total 6 o 7 personas más) para mear al baño, pero como me vieron, se quedaron. En ese momento pensé que me moría, porque con la cantidad de nervios que tenía, y encima ya no podía estar más rodeada. Los nuevos niños curioseando en mis cosas, mirando la chuleta que tenía, y yo diciendo: “que no vale mirar”, en medio del espectáculo (que queda fatal). Pero bueno, lo intenté llevar lo mejor posible (ya que era casi el final y no tenía muchas cosas a la vista).
. Casi al final, les quise hacer el efecto Candy Factory, pero resulta que un invento que me fabriqué para coger mejor el azúcar, va y me falla, así que los niños sin caramelos. Salí del paso como pude, porque les dije que como no habían dicho las palabras mágicas, los caramelos no pudieron aparecer.
Bueno, salí de allí bastante nerviosa y pensando que todo había estado muy mal, pero a la gente les gustó muchísimo. Las mamás quedaron encantadas y así me lo dijeron.
El show lo filmé para verlo a posteriori y la verdad es que no quedó tan mal como me lo había imaginado. Siento mucho deciros que me hubiera gustado ponerlo para que lo vierais y dierais vuestra opinión, pero no va a poder ser porque no se me oye casi nada. Sólo se oyen a los niños de fondo alborotando, las mamás pasando por delante de la cámara y la verdad es que no tiene muy buena calidad.
A la conclusión que he llegado es que tanto a niños como a mamás y papás les gustó mucho y luego me lo dijeron todas emocionadas. Así que me puedo dar por satisfecha, dentro de todo lo que pasé.