Pulgas
10/05/2010, 00:37
Ando buscando textos en los que los magos sean los protagonistas de los recuerdos infantiles, y que estén asociados al colegio.
De momento no he encontrado mucho, pero aquí dejo uno que me parece bonito (al menos emotivo).
Su autor es Francisco Moyano y apareció publicado en La Tribuna de Marbella en mayo de 2009.
http://www.latribunademarbella.com/noticia.asp?ref=13805
El título del artículo, Diteros, caricatos y magos.
Había momentos en el año en que el maestro nos decía a los niños que el martes o el jueves por la tarde nos iba a visitar el mago y que debíamos llevar dos pesetas para corresponder a su actuación. Efectivamente, el mago aparecía, vestido de negro con su chistera y su maleta, de la que salía todo tipo de artilugios. El conejo nunca faltó y naturalmente la vara mágica. Tiempos aquellos en que los ilusionistas de a pie se ganaban la vida acudiendo a las escuelas; hoy día sería impensable algo así. Aquellos niños del reparto de leche en polvo (que generalmente terminaban batallas callejeras) teníamos la capacidad de ilusionarnos con la presencia de un “mago”, quien siempre nos parecía un señor muy mayor (quizás lo fuese); no creo estar en un error si afirmo que hoy día, cualquier mago que visitase una escuela lo primero que debería hacer -por si las moscas- sería contratarle un buen seguro de vida al conejo. Estos infantes de hoy no son tan tiernos como los de los años sesenta.
Por cierto, si alguien dispone de material de este tipo (asociado al colegio o la escuela) y me puede dar reseñas, se lo agradeceré infinito.
De momento no he encontrado mucho, pero aquí dejo uno que me parece bonito (al menos emotivo).
Su autor es Francisco Moyano y apareció publicado en La Tribuna de Marbella en mayo de 2009.
http://www.latribunademarbella.com/noticia.asp?ref=13805
El título del artículo, Diteros, caricatos y magos.
Había momentos en el año en que el maestro nos decía a los niños que el martes o el jueves por la tarde nos iba a visitar el mago y que debíamos llevar dos pesetas para corresponder a su actuación. Efectivamente, el mago aparecía, vestido de negro con su chistera y su maleta, de la que salía todo tipo de artilugios. El conejo nunca faltó y naturalmente la vara mágica. Tiempos aquellos en que los ilusionistas de a pie se ganaban la vida acudiendo a las escuelas; hoy día sería impensable algo así. Aquellos niños del reparto de leche en polvo (que generalmente terminaban batallas callejeras) teníamos la capacidad de ilusionarnos con la presencia de un “mago”, quien siempre nos parecía un señor muy mayor (quizás lo fuese); no creo estar en un error si afirmo que hoy día, cualquier mago que visitase una escuela lo primero que debería hacer -por si las moscas- sería contratarle un buen seguro de vida al conejo. Estos infantes de hoy no son tan tiernos como los de los años sesenta.
Por cierto, si alguien dispone de material de este tipo (asociado al colegio o la escuela) y me puede dar reseñas, se lo agradeceré infinito.