Gracias a la deferencia y autorización de Pinky (cuyas crónicas se pueden leer en otro gran foro de magia) tenemos la suerte de poder disfrutar de este evento aunque sea en diferido (algunos jejejejej, otros no)

Quiero agradecer a Pinky este gran detalle (es un lujo leer sus crónicas tan especializadas).
Que lo gozéis.
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"Llevaba mucho tiempo sin ir por la SEI, así que trabajé muy duro durante el fin de semana para poder asistir a la Gran Gala de Fin de Año, desear felices fiestas a los amiguetes mágicos y escribir mi última crónica del 2006.

Así de ilusionado empujaba yo la puerta del local, cuando me topé de bruces con tres o cuatro miradas horrorizadas: “¡Nooooo!”, “¡Es éeeeeel!”, “No se te ocurrirá escribir una crónica, ¿eh?”. Lo más preocupante fue advertir un abultamiento bajo las ropas de Manolo Talman, que con el frío reinante no podía ser otra cosa que... un arma de fuego. ¡Glups!

Tranquilo, Miguel AJO, no revelaré más nombres. Sólo rememoro la frustrante anécdota para añorar la pretérita vida del cronista anónimo, que cual sujeto invisible se deslizaba entre los magos de renombre, tomaba discretas notas y escribía sus crónicas amparado en su secreta identidad. ¡O, tempora, o mores! (Hala, ahora vais todos a buscar estos palabros en un diccionario de griego).

Bueno, el caso es que tanto temor y amenaza soterrada me hicieron dudar: "¿Escribo la crónica? ¿Peligrará mi integridad física si no reparto suficientes elogios? ¿Tiene sentido vivir así?"

Pero todas las dudas se disiparon cuando llegó el “campanazo”. Eso había que contarlo, una magia tan pura como la que tan prodigioso artista nos acababa de regalar no podía quedar atrapada solamente en las alucinadas memorias de quienes tuvimos la fortuna de presenciarla. Tenía que alcanzar la categoría de MITO.

Así que, dejando todo lo demás de lado, aquí está la prometida…


CRÓNICA DE LA GRAN GALA DE LAS DOCE CAMPANADAS

Doce femeninas uvas, doce masculinos magos. Y un inimitable promotor y presentador, nuestro Iván Manso. Con su chuleta de chistes en ristre, presentó la Gala justificando que “hoy no es fin de año, pero al menos es el último lunes de esta semana” (Iván es tan bueno que a muchos nos quedó la duda de si este chiste era voluntario o accidental). El caso es que, igual que entre uva y uva se necesita una pausa para respirar, Iván aparecía entre mago y mago para que pudiésemos recuperarnos de tanto prodigio.


1) ¡Doooooong! (la campanada de la fantasía)

La primera campanada correspondió a Magic O’Malley, que se presentó como “irlandés, porque los de Bilbao nacemos donde nos da la gana” (si serán buenos los magos de Bilbao, que en un momento dado O’Malley cortó cuatro montones al azar, aparecieron los cuatro treses y ni siquiera le dio importancia). Rememorando las andanzas de un policía irlandés a la caza de Capone, presentó una divertida versión del “cochecito” en la que además de localizar la carta elegida consiguió decorar con divertidos sombreros las cabezas de tres voluntariosos ayudantes. Un comienzo prometedor para la Gala...


2) ¡Dooooong! (la campanada de los que se fueron)

En toda Nochevieja hay un lugar para recordar a los que se fueron, a los que ya no están (sean pájaros o personas). Esa función correspondió a Nacho Conde, que nos regaló su efecto “Fantasmas”. Representados por cuatro ases firmados (tras aparecer mágicamente en una secuencia de cortes con volteos), que tras ser perdidos en diferentes lugares del “castillo encantado” que representaba el mazo se desplazaban, etéreos, hasta su azotea (léase top). El caso es volar...


3) ¡Doooooong! (la campanada del virtuosismo)

Cuando Héctor de Pedro está a gusto hace verdaderas maravillas, y generosamente nos las regala a los demás. “Mis favoritas son las damas rojas”; y, en cuanto te descuidas, entre ellas aparece un as, luego otro, y de pronto ¡zas!: ¡las propias damas se han transformado en los otros dos ases! Pero aún estás recuperándote cuando ves que... ¡bajo cada as se ha materializado una moneda!

Pero la cosa no ha hecho más que empezar: los ases pierden sus caras para convertirse en cuatro cartas de doble dorso, que por turno riguroso recuperan bellamente sus rostros (para mí, lo mejor de la rutina). Como final, una secuencia de “matrix” con los ases y las monedas... ¡esto parecía un nacional!


4) ¡Dooooong! (la campanada surrealista)

Tras comentar Iván que, por una doble “caída de cartel” respecto a la programación prevista, “iban a fallar los cuartos” (clásico accidente de Nochevieja), saltó Gustavo al escenario; ahí estaba, maleta en ristre, atada con una cuerda en el mejor estilo de Paco Martínez Soria.

Gustavo nos regaló su respuesta al clásico dilema “del huevo y la gallina”. Disfrazó de lo segundo a Nacho Conde y confraternizó con una simpática espectadora –la única con “permiso para tocar”, no diremos qué porque la parte picante de esta crónica viene más tarde-. Vamos, que nos divertimos mucho con la “bolsa y el huevo” de Gustavo, especialmente con el gag del kiwi. Y menos mal que Gustavo tenía un par...


5) ¡Doooong! (la campanada nostálgica)

¿Quién no se pone nostálgico en Nochevieja? ¡Aquellos tiempos felices...! Miguel AJO quiso rememorar su examen de la SEI, acontecido ocho años atrás. Bueno, quizá no fuera del todo nostalgia, ya que reconoció que había agotado su repertorio en las últimas Olimpiadas y que estaba “resucitando” antiguas rutinas... En cualquier caso, por lo que a mí respecta ya puede resucitar si quiere hasta los juegos de su primera caja de Magia Borrás, porque haga lo que haga me encanta cómo lo hace.

Con el reto de “hacer olvidar al espectador su carta elegida” –casi superado por Omar en esta misma gala- encadena muy ingeniosamente un “twisting” y otras dos rutinitas más (también muy visuales) con el As, dos, tres, cuatro y cinco de corazones, culminando con el desenlace del reto anunciado. El desenlace no lo voy a contar, para no destriparlo. ¿Qué será, será?


6) ¡Doooooong! (la campanada humorística)

¿Qué elemento más característico de la Nochevieja que el humor? Pero olvidemos a Martes y Trece o a Cruz y Raya, han sido superados por nuestros maestros del humor: Gustavo, Iván Manso, y... ¡Carlos Vinuesa! (quien, por cierto, no cogió a la primera el chiste con el que Ivi le había presentado: “Y el Sexto mago... ¡no es Camilo!”)

Carlos abrió con un monólogo digno de El Club de la Comedia, y cuando superó sus “reglamentarios tres minutos” empezó su juego de la moneda que atraviesa repetidamente la tela del pantalón que le habían regalado los Reyes Magos.

La aparición de una moneda gigante parecía el momento final de la divertida actuación de Carlos, y ya se disponía Iván a echarle cuando Carlos exhibió dos barajas de diferente dorso y permaneció en el escenario para hacer un emocionante juego de triple coincidencia con ellas. Bueno, de doble coincidencia. O una y media, quizá. ¡Bueno, el caso es que lo pasamos de maravilla!


7) ¡Doooong! (la campanada del lujo y el dinero)

Javi Santos es el mago más agradecido que conozco, así que siempre que actúe le pienso poner por las nubes. ¡Ea, se lo merece, me cae muy bien! Pero aunque me cayese fatal tendría que hablar bien de él, porque hace una magia digna de envidia. Esta vez con monedas, recordándonos el lujo y el dispendio que suelen acompañar a toda Nochevieja que se precie...

Moneda de plata, moneda de cobre, moneda china (“con su agujerito, mirad”) y cajita Okito que cierra vacía. La moneda de plata desaparece y viaja a la caja, seguida por las otras dos –que viajan juntas-; plata fuera, china y cobre en caja, intercambian posiciones con la de plata; finalmente, las tres se volatilizan de la caja. “¿Dónde estarán? ¡Ah, estarán en un paraíso fiscal, creciendo! ¡Aquí vuelven!” Y de la cajita vacía caen las tres monedas, de tamaño gigante...


8) ¡Doooong! (la campanada del deseo cumplido)

En toda Nochevieja se piensa un deseo... ¡y David Redondo hace que se cumpla! No sólo con la imaginación, a veces el deseo cristaliza en un objeto visible, tangible... como ocurrió anoche.

Tras hacer aparecer un “huevo Kinder” invisible, que se comieron entre unos pocos egoístas del piso de abajo, Miguel AJO (el espectador ayudante en este juego) abrió la invisible sorpresa para dejar vacío el invisible –invisiblemente amarillo- recipiente que la contenía. David le pidió que nombrase un color, y procedió a materializar un visible recipiente –también amarillo- que, al ser abierto, contenía un pañuelo del color elegido.

Lo dicho: piensa un deseo esta Nochevieja... ¡que quepa en un Kinder Sorpresa!


9) ¡Dooooing! (la campanada erótica)

Ya tuvimos ocasión de disfrutar del “humor Torrente” de Javier del Sol cuando ingresó en la Sociedad. ¡Qué impacto! Me recuerda los “trucos para adultos” que leí en un libro de Raúl Melo cuando era un inocente infante... Pero, ¡qué demonios! ¿No salió la famosa Sabrina en la tele en aquella inolvidable Nochevieja, con sus... bonitos bailes?

Pues eso, que Javier nos puso a todos a cien (algunas miraban al suelo) con la charla, los chistes y el tono “castizo” con el que presentaba sus efectos cartomágicos. Desde luego, hay que reconocer que unas simples cartas pueden excitar la imaginación hasta límites insospechados... Y la cosa es que también hizo magia. Las cuatro jotas, dos damas y un comodín llamado Sam se lo pasaron en grande en un hotelito... mientras los demás mirábamos muertos de envidia. Hasta aparecieron por ahí unas cosillas de látex, mientras alguien musitaba “¡Tócala otra vez, Sam!”.

Lo confieso. Me reí mucho y... no sería capaz de repetir una actuación como la de Javier ni aunque ensayase durante diez años. Este tipo tiene un talento... especial.


10) ¡Dooooong! (la campanada con sorpresa)

Al escenario, Omar. También con mucho humor, lo que parecía seguir un rumbo relativamente conocido se convirtió en una sorpresa. Papirotazo cortando por el número de cartas nombrado, “lenguazo” cortando de nuevo con éxito por otro número nombrado... y en el tercer efecto el espectador murmuraba algo así como “hay algo que no me cuadra” mientras perdía en el mazo la carta que había elegido.

Así que cuando llegó la hora de nombrar la carta para que Omar la localizase, resultó que... ¡no la había mirado! Casi parecía el reto de “olvidarás tu carta” que había planteado Miguel Ajo un rato antes... Pero bueno, Omar supo recomponer perfectamente la situación dando a elegir (y a mirar) otra carta y terminando con éxito la rutina prevista.


12) ¡Dooooong! (la campanada pirotécnica)

Otro de los tópicos nocheviejenses son los truenos, cohetes y petardos que “alegran” las calles de villas y pueblos en tan señalada ocasión. Pues bien, Manolo Talman contribuyó a recordar tan sonora característica con... su arma secreta. ¡Ya decía yo que con el frío, “eso” no podía ser más que un trabuco!

Bala atrapada con los dientes; bueno, “bala”, no. “Bola”. Una bola de pintura, de paintball, elegida y firmada por un espectador, disparada con el arma correspondiente, atravesó –destrozándolo- un obstáculo intermedio y fue cazada entre los dientes de Manolo. ¡Qué tío, en ningún momento perdió la sonrisa!


11) ¡¡¡DOOOOOONG!!! (EL CAMPANAZO)

Sí, ya sé que el 11 va antes del 12; pero todo el mundo se equivoca con alguna de las uvas, ¿no? Además, ¿cuántos están todavía con la undécima uva cuando suena la última campana, confirmando que habían empezado mal a contar?

Pero en este caso la razón es puramente de impacto, de justicia, de... ¿cómo decirlo? Muy sencillo: ¡Qué tío, este tío! Como siempre, Josequesoyyo demostró que la Magia en sus manos es puro Arte, puro Milagro. Porque Josequeesél hace magia... ¡sin truco!

Ni siquiera mezcló las cartas. Un mazo rojo, normal, mostrado por caras y dorsos. Y una carta boca abajo, de dorso azul. “¿Por qué me gusta la Magia? Por el placer de saber lo que va a ocurrir”. No mencionó siquiera la palabra “predicción”. Pidió un número, “del uno al cincuenta y dos, el que quieras”. Quiso el dieciséis. Contó, clarísimamente: “uno, dos, ...quince, dieciséis. El ocho de diamantes. La quince habría sido esta otra, la diecisiete esta otra, las siguientes, todas las demás serían otras cartas diferentes”. Todo lo que se te ocurría iba siendo desmontado. No había trampa por ningún sitio. “Me gusta la magia porque sabes lo que va a ocurrir”. Por supuesto, la carta azul era el ocho de diamantes.

Contar el efecto no hace en absoluto justicia a lo que hizo Jose. La magia está en que los demás lo hacemos de alguna manera, con algún truco, con alguna técnica, con algún trucaje. Jose lo hace sin trampa. Hay que verlo. Es magia.

¡Ah, se me olvidaba! Volvió a dejar en la mesa el ocho de diamantes de dorso azul. Volvió a pedir otro número. Esta vez fue el nueve. Volvió a contar. Sin trampa. Hasta la novena carta. La volteó, y... no diré lo que pasó. Sólo Jose es mago, sólo él sabe lo que puede ocurrir, lo que va a ocurrir. Los demás nos podemos llevar un chasco.



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Una gran gala; un gran presentador, once grandes –varios grandísimos- magos, varios de ellos grandes humoristas, mucha calidad mágica... Una noche inolvidable. Nombres grandes en la Historia de la SEI madrileña.

Pero lo que hará, lo que hizo mítica esa noche, tiene el nombre de una persona. Humilde, pequeña, discreta, con un nombre artístico feísimo. Pero que es un verdadero gigante; porque tiene verdadera Magia en sus manos.

Cuando salí de la SEI, Jose estaba junto a la puerta. Lamenté no llevar uno de los sombreros de O’Malley para quitármelo. Así que deseé tener uno de esos que David Redondo materializa, y lo deseé tan fuerte que creo que llegó a ser ligeramente visible durante el tiempo justo de hacer un par de reverencias.

Y me dije: “Pinky, esto hay que escribirlo...”