Recuerdo una de aquellas experiencias que marcan el aprendizaje de un mago, una gran lección en vivo del arte no de improvisar, sino de dotar de "vida" presente, inmediata una actuación, logrando que la misma sea para los espectadores única e irrepetible.

Ya Ascanio hablaba de que "no parezca aprendido", del nadador experto que deja una fina estela en su recorrido, sin chapoteo, provocando con todo ello la sensación para el que mira de verlo por primera vez.

El protagonista de aquella gran lección fue Juan Tamarizel la primera noche que tuve la oportunidad de verle actuar en el café teatro Llantiol. Aficionado primerizo, vivi una noche única, increíble y maravillosa. Ese ver por primera vez, en mi caso, era literal.

Pues bien, la segunda noche seguida que fuí a verle experimenté el más prolongado "deja vu" que pueda imaginarse. La actuación-representación de Tamariz fue "exactamente igual", tanto que las diferencias inevitables de todo acto pasaron inadvertidas.

Imaginaos mi situación emocional: por un lado experimentar de nuevo lo vivido la noche anterior como algo único, pero con la particularidad de que ahora se mezclaba la vivencia emocional con el recuerdo intelectual de la noche anterior.

Creo que esta es la meta que se sustenta en el lenguaje verbal y gestual que acompaña a cada acto. conseguir que siempre parezca que se hace por primera vez.