Aunque es más conocido con el diminutivo “Gabi”, su nombre real es Gabriel Pareras Fusté. Nació en Barcelona el 23 de enero de 1965. Sin duda las cartas son el elemento que más ha trabajado, aunque no el único. También hemos podido verle con monedas, con cubiletes, y en general, en todo lo que concierne a la magia de cerca. Tras años de experiencia ante el público nocturno de “El Llantiol” (Barcelona), Gabi se mete ahora en la difícil tarea de enseñar a los magos aficionados, en la Escuela Mágica de Sant Cugat del Vallès.

Nemesis: Bueno, empezaré haciendo esta pregunta a todos los entrevistados. ¿Cómo empezaste en esto de la magia?
Gabi: Es curioso, ahora que me lo preguntas no recuerdo que me gustara mucho de pequeño, ni que me quedara impresionado viendo a algún mago, ni que me regalaran una caja de magia de juguete... Lo cierto es que, hace ya un cierto tiempo, un amigo mío tuvo que pasar un tiempo en el hospital, y para no aburrirse, cayeron en sus manos varios libros. Uno de ellos era un libro de magia. Ni siquiera recuerdo el título, porque era malísimo y estaba lleno de incongruencias, pero eso nos llevó a descubrir Magicus de Barcelona, donde quedé impresionado viendo a Teresina, la dependienta, que era y sigue siendo una maga brutal. Empecé a leer más seriamente. Recuerdo que leí “Magia en el bar” de Juan Tamariz, que me fascinó, y luego llegué a la SEI. Duré poco allí porque no acabó de convencerme.
N: ¿Qué es lo que no te acabó de convencerte?
G: Que fueran tan poco... digamos... ¿Cómo te lo diría?
N: ¿Acogedores?
G: No, no era eso... Eh... Más bien... Poca conexión, y sobretodo... Poca aceptación de las ideas nuevas. A mí por ejemplo me criticaban mucho una rutina de chop cup que ideé hace ya mucho tiempo, sólo porque empezaba con un cubilete cargado. Luego hemos visto muchos números de los grandes de la magia de cerca que han empezado con un cubilete cargado y nadie se ha molestado tanto.
N: ¿Y entonces decidiste ser más autodidacta?
G: No, entonces ayudé a fundar la AMIC (Associació de Mags i il·lusionsites de Catalunya). Fue una sociedad mágica que nació de una escisión de la SEI, por una serie de incidentes muy desagradables que ocurrieron. Pedro Aragonés fue declarado persona non grata, y un grupo de amigos suyos nos dimos inmediatamente de baja. En la AMIC empezó una nueva etapa, con Joan Pujol como presidente. Éramos un grupo de amigos que se reunían para hablar de magia, pero la verdad es que ahora tampoco vale la pena.
N: Entonces... De sociedades de ilusionismo, ¿cuál se salva?
G: Ninguna. Si tú quieres estar en una sociedad mágica, reúnete con un grupo de gente y hablad muchas horas sobre magia. Haced juegos, reuniros, discutid, mejoradlos,... Ese es el verdadero espíritu de una sociedad mágica. ¿Qué luego tenéis biblioteca? ¡Perfecto! ¿Qué luego montáis conferencias? ¡Tanto mejor! Pero son “ademases”. Lo verdaderamente importante es lo otro.
N: ¿Desde cuándo te dedicas a la magia profesionalmente?
G: Desde nunca
N: ¿Cómo dices?
G: Como lo oyes. En magia es muy importante no hacer de la profesión una afición, ni tampoco de la afición una profesión. Que haya cobrado por hacerlo varias veces no significa que yo sea mago profesional. Es más, yo jamás me haría profesional, es una determinación que tomé hace ya muchos años. Entre otras cosas, limita la libertad de tener un repertorio propio, y también la libertad creativa. De un modo u otro te autoimpones unos códigos para ser comercial. Además, creo que la magia tiene otras finalidades...
N: ¿A qué te refieres?
G: Llega un momento en que tienes que trascendir el límite de hacer un juego sólo para ti mismo. La magia debe ser compartida, el mago debe ir a la búsqueda de la complicidad con su espectador. Creo que eso es lo que, al menos a mí, me motiva como ilusionista.
N: Hablemos de tu etapa como profes... ¡perdón! De tu etapa en “El Llantiol”.
G: ¡Buf! Sin duda la mejor de mi vida mágica. Un público idílico, con el que posiblemente no me volveré a encontrar jamás...
N: ¿Por qué no?
G: Hombre... Se trataba de un público tan predispuesto a ver magia que las actuaciones mejoraban de forma espectacular... Aquello me malcrió mucho como mago. Hacía primero un mesa a mesa, y para finalizar, un número de salón. Combinaba esa actividad con mi trabajo de conserje.
N: Y poco después llegaron los reconocimientos a nivel nacional, en los congresos. El de Málaga, en 1989, y el de Toledo, en 1990. Vale la pena remarcar que són los únicos a los que te has presentado.
G: Sí, pero el tema de los congresos hay que mirárselos con una cierta distancia. Lo importante no es el concurso, sino la actitud con la que vas a él. Yo personalmente fui para experimentar con el público. Para ello tuve que trabajar mucho antes de presentarme, y eso es lo importante para mí: currárselo, no el premio. Además, siempre he dicho que el de Málaga lo gané no porque fuera bueno, sino porque fui el menos malo. Hubo muy poco nivel, y yo no dí todo lo que podía de mí mismo.
N: Al decir currártelo, ¿te refieres a la originalidad?
G: Me refiero a algo que afecta a la orginalidad pero que es otra cosa distinta... El trabajo introspectivo, personal, el darse forma a uno mismo. El mago es un resultado entre Estética (Hacer) y Ética (Ser). Uno mismo lo ve cuando adquiere conciencia artística de su propio trabajo.
N: ¿Y cómo se consigue eso? ¿Leyendo mucha teoría mágica?
G: O leyendo mucha teoría no mágica. Mira, yo aprendí muchísima más magia fuera de ella que dentro. A veces la teoría mágica está maltratada por estar constantemente peculiarizando. Se cierra sobre sí misma, y esto no es buena. Hay que buscar en los ámbitos no mágicos: la literatura, la historia del arte, el cine, la filosofía, la psicología, el teatro... Hay que buscar en las otras artes, por raro que parezca. Si no, es imposible saber qué coño es esto de la magia.
N: ¿Nadie sabe qué es la magia?
G: ¡Nadie sabe qué es la magia! Los magos estamos abocados a la incertidumbre. Nosotros buscamos el milagro, el que el objeto desaparezca, el que la carta se transforme, el que el pañuelo cambie de color,... Pero sabemos que no es posible el milagrito laico. Tiene truco. Hay un margen... Ese margen es lo que yo intuyo que le hace a la magia ser un arte.
N: Un arte que algunos dicen que está en crisis.
G: Sólo es una crisis recurrente. La magia sólo se ha subido al carro de las crisis sociales que le rodean. Se ha avanzado mucho, y se sigue avanzando, pero se ha contaminado de los mismos problemas que sufre prácticamente cualquier cosa que miremos con detenimiento. En primer lugar, hay un exceso de información. Contra eso, lo único que podemos hacer es elegir con criterio. Es decir, educar el paladar. Contra eso sólo hay un remedio: formarse, formarse, formarse, autoeducarse. Si sólo quieres distraerte, perfecto. Setás un mago de menú. Pero si quieres adentrarte en la magia de verdad, necesitarás criterio, entonces serás un mago de carta. Como dijo Fred Kaps: “Cabeza, corazón y manos”. En segundo lugar lo que echo en falta es la figura del maestro. Y repito, no me estoy refiriendo sólo a la magia, si no al maestro como figura admirada que te guía y te hace las veces de amigo.
N: ¿Cuáles han sido tus maestros?
G: Bueno, te diré los que yo me atribuyo como maestros... Porque no es el maestro el que elige al alumno, sinó al revés. He tenido cuatro maestros. Mi maestro textual, ha sido Arturo de Ascanio. Mi maestro de vida, ha sido Juan Tamariz (vida mágica, es decir, su videa es magia, a todas horas y en todos los sitios). Mi maestro en acto, fue Pepe Carroll. Y finalmente, el que recuerdo con más afecto, el maestro amigo: Miqui Conesa. El que me ha enseñado todo lo que sabe, el que me ha brindado más ratos de su vida, el que ha querido compartir conmigo un trocito de su vida mágica.
N: Bueno, creo que no me olvido de nada...
G: Oye, ahora que lo pienso me han quedado muchas cosas por decir. ¿No podríamos continuar otro día?
N: ¡Por supuesto que sí!
G: Mejor, porque esta entrevista me ha inspirado... Mejor seguimos hablando un día que el tiempo no nos apremie, y hacemos la segunda parte.
N: ¡Eso está hecho!