Cuando tenía 8 años llegué a casa de mi abuelo un sábado y me hizo por primera vez una magia. Ordenó un palo de la baraja del uno al diez y, después de contarme una historia impresionante sobre el poder de los números y las cartas, me pidió que pensase en un número del uno al diez y que, sin él mirar, pasase tantas cartas de la parte inferior del mazo a la parte superior como número hubiera pensado. Después me hablaba sobre la importancia de la elección del número que yo había elegido, sobre el por qué ese y no otro, y me contaba un montón de historias acerca de las cartas para, acto seguido, empezar a soltarlas una a una encima de la mesa y pedirme que le dijese que parase cuando yo quisiese. Con media baraja espolvoreada en la mesa él enarcaba una ceja, levantaba su gran mano, apuntaba con el dedo índice hacia abajo y empezaba a hacer rotaciones muy lentas sobre las cartas mientras me decía... Ahora Fernando, como tú has elegido un número y has decidido cuándo parar de soltar cartas, es a tí al que te toca decir cuando tengo que parar de girar mi mano. Al decir yo "para" vi como bajaba ese dedo índice y se posaba encima de una carta muy despacio, el momento era mágico, único porque yo estaba convencido de haber decidido absolútamente todo, y cuando retiró la carta del montón me preguntó... ¿Cuál fue tu elección?.... y mi cara se llenó con una sonrisa al ver aquel cuatro de tréboles. Desde aquel día cada vez que iba a verle le pedía que me hiciese de nuevo lo de los números, y cada vez que lo hacía al llegar al momento de la historia me contaba una distinta (eso era para mí magia). Yo cambiaba de número, y siempre salía el mío. Aquello a mí me fascinó y me marcó para siempre. Mi abuelo no se dedicaba a la magia, era médico y un apasionado de la lectura, la poesía y el teatro, aunque sabía hacer tres magias super sencillas en cuanto a técnica, pero muy bien presentadas. Verle hacer esas tres cosas era motivante, pero lo más motivante fue que jamás me desveló sus secretos, probablemente porque yo nunca le pregunté. Siempre quedaba tan fascinado que no había ni la más mínima curiosidad por saber cómo lo había hecho, porque a esa edad partía de la base de que era símplemente.... MAGIA, y que no existía más explicación que esa.

Y a partir de ese momento vienen mis pecados capitales. Encontré un libro en una feria de libros sobre tropecientos trucos de magia. Explicaba de forma mediocre los empalmes, dobles lifts, falsas mezclas y algunos juegos, con el que creí haber adquirido todo el conocimiento necesario. Obviamente, me pasó como se comentó más arriba con el tema de... se te han visto dos cartas, tío que has cogido cinco en vez de cuatro, y demás...

Luego vinieron algunas malas influencias, la edad del pavo, la edad de comernos el pavo, y después la de marcharme de casa para ir a la universidad, con lo cual os podéis hacer una idea de lo aparcado que quedó todo, sobre todo porque en aquellos entonces de los ordenadores casi no se hablaba en la escuela de Arquitectura en la que estudié, y del internet menos. (A ver, no quiero que se piense que tengo 80 años porque tengo 30, pero es que todo esto ha ido muy rápido. Empecé a usar el ordenador el cuarto año de carrera y con reparos porque veía a gente que entregaba el fin de carrera ese año dibujado a lápiz). Total, que ese fue el pecadísimo, el mayor de todos, el momento en el que aparqué el pequeño interés, pero la gran ilusión, que me había reportado mis contactos con la magia.

Hace un año más o menos, quizá por disponer de un poco más de tiempo, se me encendió de nuevo esa bombillita y lo intenté otra vez. Esta vez fue más sencillo por la facilidad que nos da el internet, aunque de sencillo que resulta creo que algunas veces roza lo peligroso, porque se cae en todas las cuestiones que se han mencionado anteriormente, como de hecho pasó (y ya no sé qué número es este pecado, porque vaya tela con el mensajito).

Ahora voy con muchísima calma. Compro libros y los estudio buscando consejos sobre ellos en la red (que fue como di con este foro). Por supuesto que he visto algunos videos en youtube, o alguno que me ha pasado alguien o he bajado yo (este pecado creo que no tiene penitencia, pero lo confieso), y he llegado a la conclusión de que el sosiego lo encuentro pudiendo mover las páginas de papel, y no con los clicks del ratón hasta que acierto con el momento que quiero ver en la barra de progreso del Media Player (me pone de los nervios...).

Total, que esto ya quedó contado, pido penitencia y le doy mil gracias a aquel cuatro de tréboles por haberme hecho sentir la magia cuando era un niño.

Saludos a todos.