Con este tipo de temas tengo un gran dilema interno. Poque sin querer pecar de insensible, creo que cada vez más tendemos a buscar traumas, síndromes, problemas psicológicos y deficiencias en las actitudes de todas las personas. Acabamos de inventar un montón de nuevas palabras para montones de trastornos que no tienen porqué serlo. El comportamiento del individuo no tiene que plegarse a un estándar; y pretender hacerlo significa acabar con la diversidad del ser humano. Y pretender hacerlo por medio de la medicación es, bajo mi punto de vista, una aberración.

Esta nueva tendencia a la sobreprotección, a mi entender, es socialmente perniciosa. Estamos impidiendo que las individuales se desarrollen de manera natural. Si bien los casos extremos puede que necesiten una clasificación como patología (cosa que yo también pongo en duda, cuando el tema sale en una conversación más íntima), cada vez más estamos limando los extremos y nos estamos acercando al punto en el que sólo el hombre gris es normal, y todos los demás están trastornados en mayor o menor medida.

Si yo tuviese ahora siete años y me pillase el psicólogo del colegio, probablemente me diagnosticaría borderline, obsesión compulsiva temporal, hiperactividad, narcisismo, complejo de Peter Pan, y alguna cosa más de la que ni yo soy consciente.

Y sin embargo esto no ha sucedido, y he podido madurar psicológicamente hacia lo que soy ahora, sea bueno o malo. Pero, al menos, soy lo que mi maturaleza ha determinado.

Me da miedo la perspectiva hacia la que está avanzando nuestra sociedad: el bulling, la sobreprotección en la educación, la catalogación psicológica infantil, el miedo al fracaso, los nuevos métodos educativos...

Lo siento, Fernando, pero es que es un tema que me resulta tan delicado... : - (