El presente estudio quiere, únicamente, ser un toque de atención, un apunte acerca de cosas que podríamos hacer mejor.
Posiblemente mucha gente se sienta identificada al leer estas líneas. Quizás, incluso alguno se sienta aludido, pero no es así.
Detrás de estas cuatro letras no hay nombres o apellidos. O sí, pero sólo uno: el mío. Supongo que muchos de vosotros habéis cometido los mismos fallos que yo cometí (algunos aún no los he corregido todavía). Por eso os sonará, pero no hablo de vosotros, sino de mis inicios en la magia, Quizás mi experiencia pueda servir a alguien para hacerlo algo mejor de lo que yo lo hice.

Soy autodidacto: voy a aprender solo.
¡Perdón por la pedantería! La palabra autodidacto es la correcta para el género masculino. Autodidacta es lo mismo, pero en femenino.
Cuando empezamos no solemos tener a nadie a nuestro lado para que nos asesore. Asumimos, pues, el riesgo de hacerlo solos.
En los tiempos de la comunicación vía internet no es difícil: disponemos de muchísimo material a nuestro alcance y estamos dispuestos a aprovecharlo.
Primer consejo, pues. Desconfía de internet. La mitad de lo que ahí puedes aprender es (si no bazofia) incorrecto. Los pretendidos maestros que destripan juegos y se los enseñan a otros “para compartir la magia” suelen ser lo más alejado que conozco a un maestro. Sus técnicas son penosas; su manera de enseñar, lamentable. Eso sí, su ego es enorme y se sienten grandes y generosos al compartir lo que saben (aunque lo hagan fatal)
Huye de internet. Huye de los lugares donde revelan juegos. suelen ser unos chapuceros impresionantes con los que nunca aprenderás a hacer un juego bien: sólo conseguirás saber cómo se hace (y, encima, cómo se hace mal).
El trabajo del autodidacto es muy duro. La soledad siempre es difícil. Vas a necesitar muchas dosis de autodisciplina, y mucha cabeza para poder analizar cada paso que das, para poder cuestionarte si se puede hacer de otra manera y que el resultado sea más satisfactorio.
Uno puede aprender solo, claro. Casi todos los maestros que hay ahora son autodidactos. Escogieron bien la manera de aprender: el asesoramiento de quien podía transmitirles algo (normalmente en forma de libro) y tuvieron la tenacidad como para probar una y otra vez. Más que seguidores de otros magos, fueron inventores de su magia, porque les tocó reinventar lo que ya estaba inventado. Pero ahí están, asombrándonos constantemente.
Elige bien tus herramientas, huye de las equivocadas (YouTube) y tómatelo con calma: avanzarás con pasos más lentos, pero más seguros.