Pues después de repasar el artículo que sugiere Juan Luis, después de releer a Wonder, no me bajo de la burra, aunque amplio un poco mi visión del tema.
La magia es el arte de fascinar. Siempre habrá quien no quiera dejarse llevar por el asombro, por el disfrute de lo inexplicable. Y eso es lo bonito de nuestro arte, que no es universal. Tiene tantas lecturas como espectadores.
Personalmente me preocupa poco el espectador "incómodo" el que llega a conclusiones irreales para justificar su ensimismamiento.
No creo que sea una acitud colectiva, aunque poco a poco la sociedad conduce a ello. Tendemos a negar lo que no comprendemos y de ahí el rechazo de algunas personas. Pero no creo que sea una actitud colectiva.
En magia infantil (el terreno del que, sabiendo poco, más conozco) me dijo un niño en mis inicios que la cuerda hindú estaba compuesta por una resina que yo calentaba con la mano hasta endurecerla y que se volvía flácida cuando se enfriaba. Ese niño (no el juego) llegó a la conclusión del "denmasiado perfecto". No entendía que una cuerda que había visto floja se volviese rígida y perdiera la consistencia después. Y lo hizo público.
Creo que la teoría del demasiado perfecto no se puede aplicar a juegos, sino a espectadores, y que es la reacción de cada uno la que lleva a verlo de una u otra manera.
En cualqueir caso, y a pesar deesos espectadores incómodos... ¡Lo que daía yo por llegar al juego perfecto! (aún cuando algunos miembros del público lo rechacen)