No sé si os han pillado alguna vez algún juego. Supongo que de novatos sí. No me estoy refieriendo a que os ha salido mal la cosa y el público os ha visto la jugada. Me estoy refiriendo a casos en que lo habéis hecho bien, y alguien, bien porque había leído algo, bien porque tenga una mente más avanzada de lo normal sospecha algo, y luego experimenta y lo caza. Ahí van dos anécdotas mías.

La primera. Hice entre otros, el juego de la carta firmada de Palmero. No conozco el nombre, pero el efecto es como sigue. El espectador escoge una carta al azar del mazo, boca a bajo, y sin saber cuál es, el mago la firma por el dorso. La deja a la vista sobre la mesa para que se seque la tinta, y da otra carta a escoger al espectador. El espectador escoge otra y esta vez es él quien la firma por la cara. El mago pone el mazo sobre boca abajo sobre la primera carta y corta para perderla. Luego da la vuelta al mazo e introduce la carta firmada por el espectador cara arriba en el mazo y corta también para perderla. Luego dice que hay dos cartas firmadas, una por el mago en el dorso y otra en la cara por el espectador (supongamos que es el cuatro de corazones). El mago busca en el mazo cara abajo su carta firmada por el dorso, la encuentra y la saca sobre la mesa, sin darle la vuelta. Luego da la vuelta al mazo y busca el cuatro de corazones firmado por el espectador. No aparece. Da la vuelta a la carta sobre la mesa y es el cuatro de corazones, debidamente firmado por el espectador. Las dos cartas firmadas y que estaban en la mesa claramente visibles y viéndose que eran dos, ahora resulta que son una sola. Se puede mostrar el mazo por ambos lados para que se vea que no hay más cartas firmadas ni por el dorso ni por la cara.

Bien, hice este juego para unos amigos, hace ya una temporada. Uno de ellos es químico. Les gustó mucho y al terminar, regalé la carta como recuerdo. Se la quedó el químico. Y me temo que no puedo contar más claramente lo que pasó después porque contaría el truco. Basta con decir que a los pocos días, me llamó para decirme que había encontrado pequeños rastros de un compuesto llamado blablabla, con muchas consonantes, en el dorso de la carta. Ese compuesto se usa mucho como componente principal de una sustancia de uso común, y si digo cuál es ya estoy diciendo el truco. Me preguntaréis que cúanta de esa sustancia pongo, para que se note de esa manera. Poquísimo. No se nota a la vista ni al tacto ni al olor ni nada. Pero si analizas químicamente la historia aparecen residuos. Tiene bemoles la cosa. El tío se tomó la molestia de analizar químicamente la carta, a ver qué encontraba. Traté de buscar alguna excusa, pero el tío me dijo que no contase milongas. Como en la serie C.S.I. la gente miente, los magos mienten más, pero las pruebas no mienten. Ahí había residuos de tal y por tanto la carta había estado como tiene que estar.

A pesar de todo le dije que la segunda carta la había elegido él voluntariamente, y que si la carta tenía que estar como él suponía (y era verdad), ¿cómo podía saber yo cuál carta iba a escoger él? Ya supondréis que es una carta forzada, pero eso no se lo dije. Dijo que investigaría sobre el tema, y que ya me daría una respuesta. Le temo. Aunque eso sí, es discreto, me dijo que quedaba entre nosotros. Se merecería que le dijera cómo forcé la segunda carta, como recompensa por su labor de investigación y sobre todo su discreción, pero entonces fastidiaría cualquier juego donde usase ese método para forzar (y que conste que en este juego es bastante descarado).

La segunda vez que me pillaron algo fue en casa precisamente del químico y su mujer. Hice unos juegos para ellos, y tienen un crío por ahí suelto que no conté entre el público porque ya sé que los críos no son buenos espectadores para juegos de cartas. El chaval andaba a lo suyo, jugando con la consola en su habitación. Hice el de fuera del universo cuando el chaval entró en el salón, y lo vio hacer. No dijo nada, sólo se quedó mirando fijamente las cartas. Le pregunté que si le había gustado. Dijo lacónicamente que sí y se fue otra vez a la consola, o al menos eso creía yo.

Hice algún juego más, y al cabo de un rato di la sesión por acabada. De repente entra el crío con una baraja de poker que tiene su padre y repite el juego delante de mí, tal y como yo lo había hecho. Le pregunté que si lo sabía hacer porque se lo había visto a alguien o bien lo había leído en alguna parte, y me dijo que era la primera vez que lo veía. Supuso, según contó, que tenía algo que ver con la colocación de las cartas (y supuso, tras tanteo y error, cómo tenían que estar). Le dije que yo había mezclado varias veces ante ellos. Me cortó diciendo que en su habitación había hecho lo mismo varias veces, dando y mezclando las cartas cara arriba y entonces veías claramente cómo se colocaban. Estaba claro. Volví a insistir en que antes del juego, yo había mezclado, con lo cual cualquier ordenación de cartas que yo pudiera tener, se había estropeado. La respuesta me dejó helado: "supongo que una de las primeras cosas que aprende un mago es a mezclar de mentira". Ah, el chaval tiene nueve años, y es un auténtico superdotado (no por haberme pillado, es que lo es). Le hice alguno más, ya más difíciles, no automáticos, y no parece disfrutar del juego en sí. Te mira fijamente pero no como si quisiera pillarte, sino más bien como un científico miraría una muestra de laboratorio, y es asombroso no lo que ve, porque estoy seguro de hacerlo bien, sino lo que deduce y razona. No llega a la verdad del todo, pero se acerca muchísimo.

Quizá me haya expresado mal. Cuando digo que no parece disfrutar del juego quiero decir que no le impacta demasiado. Lo que a él le gusta es la solución de enigmas. Tiene su habitación llena de rompecabezas de todo tipo, puzzles, libros de acertijos, problemas de lógica (admito que yo tengo afición a eso, pero no me entró a los nueve años). Así que él se lo plantea igual. Tiene a la vista algo que desafía la lógica y las leyes de la naturaleza. El verdadero placer para él está en investigar cómo es posible eso.