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Tema: Luz

  1. #11
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    Predeterminado Re: Luz

    No he vuelto pero re-gracias xd
    BIOHACKER

  2. #12
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    Predeterminado Re: Luz

    Lovecraft, si. Pero no sólo el. Yo te recomendaría cualquier libro de terror victoriano (bien de la época o que se asemeje).

    Gente como Willkie Collins, Robert W. Chambers, M.R James, Sheridan Le Fanu, Bram Stoker, Polidori, Shelley (Los dos marido y mujer), William Hope Hodgson, Poe...

    En castellano, Bécquer, Emilia Pardo Bazán, Pedro Antonio de Alarcón, Juán Rulfo...

    Y relatos propiamente dichos (wikipedia ayuda):

    El gato negro”, “La caída de la casa Usher”, “El barril de amontillado”, “El corazón delator”, de Edgar Allan Poe. “El horror de Dunwich”, “La sombra sobre Innsmouth”, de Lovecraft. “El Horla”, de Maupassant. “Un terror sagrado”, “La ventana tapiada”, de Ambrose Bierce. “El rincón alegre”, de Henry James. *“El enemigo”, de Chejov. “Té verde”, de Sheridan Le Fanu. “El armario”, de Thomas Mann. “La pata de mono”, de W. W. Jacobs. “Silba y acudiré”, de M. R. James. “El guardavías”, de Dickens. “Las ratas del cementerio”, de Henry Kuttner. *“Una rosa para Emily”, de Faulkner. *“Luvina”, de Juan Rulfo. *“El médico rural”, de Kafka. *“Las hermanas”, de Joyce. “El fumador de pipa”, de Martin Armstrong. “El burlado”, de Jack London. “Vinum Sabbati” ( o “El polvo blanco”), “El gran dios Pan”, de Arthur Machen. “Janet, la del cuello torcido”, de Stevenson. “El Wendigo”, de Algernon Blackwood. “La casa del juez”, de Bram Stoker. “Casa tomada”, de Julio Cortázar. “La balsa”, de Stephen King.

  3. #13
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    Predeterminado

    Luego, que desde el movil cuesta.
    Última edición por Iban; 07/06/2013 a las 17:30
    No hay magia más bella que la propia vida.

  4. #14
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    Predeterminado Re: Luz

    xD Pero que no se te olvide.

    Gracias Eidan, aunque ya cuando acabe la carrera, que la mayoría no me los he leído xD
    BIOHACKER

  5. #15
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    Predeterminado Re: Luz

    Vaya lista que se ha currado Eidan...

    Edgar Allan Poe. Por supuesto, la referencia imprescindible. Relatos cortos y de fácil lectura. Pero a mí siempre me han dejado un sabor de boca de... "es que le falta un algo que no sé qué".

    Lovecraft. El puñetero amo creando el terror más "primitivo". Ése que nos ataca desde lo profundo de un pozo sin fin. Si alguien ha visto El Señor de los Anillos, la cara de terror de Galndalf al enfrentarse al Balrog, ése es el terror de Lovecraft. Buscad una foto de Lovecraft...

    Maupassant. Éste es un romántico a dos aguas (como los tejados): romanticismo al estilo "cursi" en sus novelas, y romanticismo inclinado al terror en sus relatos. Bueno en lo segundo, y flojillo en lo primero (yo me estoy leyendo ahora "Fuerte como la Muerte", y está bien, pero no para echar cohetes...).

    Ambrose Bierce. No entiendo porqué Bierce no es más conocido que Poe. Para mí, el mejor de todos. El "nosequé" que me parecía que le faltaban a los relatos de Poe, lo tienen los de Bierce. Quizás no está tan centrado en el terror, pero sí en la cara más descarnada de la vida. Irónico, pesimisita, para mí es que mejor ha sabido mostrar el terror de lo no fantástico, el que hace referencia al ser humano y su naturaleza. Y para rematarlo, su muerte es de lo más romántica (en el duro sentido de la palabra).

    Henry James. Pues yo a éste no lo metería entre los grandes maestros del terror... Que sí, que es uno de los grandes escritores de finales de siglo... pero a mí me aburre.

    Chejov. Otro "puto amo". Me encantan los escritores rusos. Gogol, Pushkin, Chejov... Nadie como ellos han conseguido que "se me encojan" las tripas con sus historias sobre cosacos, y sus relatos cortos. Quien quiera entrar en la literatura rusa, que siga este camino: Gogol-> Chejov -> Pushkin -> Dostoievski -> Tolstoi. Eso sí, no creo que inguno pueda ser descrito como escritor del género de terror.

    Sheridan Le Fanu. Para mí es más un escritor victoriano que romántico (sé que el romanticismo y la novela gótica son, en sí, victorianas, pero... lo contrario no sucede: no todo lo victoriano es romántico).. Recrea muy bien las situaciónes de tensión, pero me recuerda más a Conan Doyle o Edward Wallace (o incluso Walter Scott), que a Poe, por ejemplo. Interesante pero no imprescindible.

    Thomas Mann. Lo siento, leí la Montaña Mágica, y con eso ya tuve suficiente. Me pasa como con Henry James, me aburre. Sobremanera.

    W. W. Jacobs. Vergüenza, desconozco. :-(

    M. R. James. De nuevo, mi cultura no llega. No lo he leído. :-(

    Dickens. Sólo hay un libro en toda mi vida que me he arrepentido de haberlo leído, por suponer la mayor pérdida de tiempo. Y mira que de todo se aprende, ¿eh? Pero con "Grandes Esperanzas" tiré a la basura un montón de horas de mi vida. Dickens, visto uno, vistos todos.

    Henry Kuttner. Lo poco que he leído "sobre" él (no "de" él) hace que me apetezca. Creo que lo voy a poner el la lista.

    Faulkner. No he leído ninguno de sus relatos. Sí leí en su día "El Ruido y la Furia", y me pareció que no me atrevería a recomendarlo a alguien a quien apreciase. ¿Por qué será que los premios Nóbeles, por lo general, me aburen? Para m íque es síntoma claro de mi falta de criterio...

    Juan Rulfo. ¿?¿? Sólo he leído Pedro Páramo. Y ni Terror, ni Romántico, ni nada de eso...

    Kafka. He leído "La Metamorfosis" (como todos), "Amerika", "El Castillo" y la "Carta a su padre". Para mí que Kafka es a la literatura, como Nietzsche a la filosofía. Todos hablamos de ellos sin siquiera entender lo que dicen o lo que quieren decir. Es más, hasta dudaría si realmente quieren decir algo, o sólo son genios tomándonos el pelo. Necesario para tener cultura literaria, pero no imprescindible en la biblioteca de terror.

    Joyce. Uno, sólo un libro no he sido capaz de acabar. Es más, creo que no pasé de la página 50, y lo intenté 3 veces. Dublineses. Si alguien merece la muerte por tortura, ése es Joyce. Ojalá que en el infierno le obliguen a leer sus propios libros.

    Martin Armstrong. Jo, a éste tampoco lo conozco...

    Jack London. Un genio. Éste, y Stevenson que está más abajo, dos auténticos cracks. A London me acerqué como siguiente paso de Salgari y Kipling, y me encantó. Allá por la infancia. Y cuando descubrí sus relatos... geniales. Aunque no recuerdo yo que fueran de terror. Aún así, uno de los grandísimos.

    Arthur Machen. Joooo... Me faltan conocimientos... ¿Cómo puede haber tanto por leer y tan poco tiempo en la vida? No sé ni siquiera quién es... Qué triste.

    Stevenson. Aquí llega el otro, el hermano mayor de London. Tengo clavado en la memoria un relato suyo que leí hace muchísimo tiempo... El diablo en la Botella. Decir que ese relato es brillante, es quedarse cortísimo. Stevenson es mucho más que la Isla del Tesoro. Es imprescindible. Sopongo que está en la lista por el libro de Jeckill-Hyde. Para mí hay tres genios que se encadenan de manera natural: Stevenson -> Chesterton -> Dahl.

    Algernon Blackwood. :-( Con éste ya van seis. Y yo que pensaba que leía...

    Bram Stoker. Todo lo de este grupo es imprescindible para los amantes del terror romántico. Todo.

    Julio Cortázar. Cortázar, Vargas Llosa y Borges creo que resumen toda la literatura que hay que conocer en Latinoamérica (sí, he dejado fuera a García Márquez). Cualquier cosa escrita por cualquiera de los tres es imprescindible obra maestra. El cuento que ha recomendado Eidan se puede leer online en Internet. Genialidad del terror, doblemente terrorífico por lo que oculta en vez de enseñar, y por la naturalidad con la que se afronta.

    Stephen King. Bueno, de éste poco hay que decir. El 99% de la población dirá su nombre si se le pregunta por un escritor de terror. Suena a chabacano y un poco choni, pero a mí me gusta. IT es un libro magnífico que devoré junto a la piscina, un verano allá por el 87 u 88... Tengo TODO lo de King, y lo he disfrutado. Recuerdo que me dio un poco de rabia quedarme a medias con la saga de la Torre Oscura.
    Última edición por Iban; 10/06/2013 a las 12:13
    No hay magia más bella que la propia vida.

  6. #16
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    Predeterminado Re: Luz

    Guardado todo, copy and paste para recordarlo durante años según vaya leyendo xD

    MIL GRACIAS

    Un abrazo mágico

    S. Alexander
    BIOHACKER

  7. #17
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    Predeterminado Re: Luz

    Sheridan Le Fanu, si te gusta el terror victoriano, es imprescindible, Iban. Carmilla es imprescindible, lo mires por donde lo mires. Junto con El Vampiro de Polidori y Drácula de Stoker son la cima de las historias de vampiros. (luego después llego Anne Rice, pero eso es a parte. Y muy, muy, muy aparte, y muy muy abajo los crepúsculo y demás tontunas adolescentes).

    Luego, esa no es una lista de grandes del terror (aunque muchos lo son, claro) si no de relatos de terror. Por ejemplo, Las Hermanas de Joyce es un grandísimo relato de terror, aunque luego este hombre no ha escrito mucho más de terror (y leer Dublineses, o peor aún, Ulises, es tenerlos muuuuuuuuy cuadrados).

    Por ejemplo, Blackwood comentas que no lo conoces; Pues te pierdes posiblemente una de los mejores relatos de terror sobrenatural jamás escritos en ningún idioma. De hecho era el preferido de Lovecraft. Tienes que leerlo : "los Sauces"

    A mi uno de los relatos cortos de terror que más me han gustado (a vosotros quizá no os guste) es el siguiente, de Horacio Quiroga (sigue en otro post)
    Última edición por eidanyoson; 10/06/2013 a las 16:48

  8. #18
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    Predeterminado Re: Luz

    El Almohadón de Plumas

    Su luna de miel fue un largo escalofrío. Rubia, angelical y tímida, el carácter duro de su marido heló sus soñadas niñerías de novia. Ella lo quería mucho, sin embargo, a veces con un ligero estremecimiento cuando volviendo de noche juntos por la calle, echaba una furtiva mirada a la alta estatura de Jordán, mudo desde hacía una hora. Él, por su parte, la amaba profundamente, sin darlo a conocer. Durante tres meses -se habían casado en abril- vivieron una dicha especial.
    Sin duda hubiera ella deseado menos severidad en ese rígido cielo de amor, más expansiva e incauta ternura; pero el impasible semblante de su marido la contenía siempre.

    La casa en que vivían influía un poco en sus estremecimientos. La blancura del patio silencioso -frisos, columnas y estatuas de mármol- producía una otoñal impresión de palacio encantado. Dentro, el brillo glacial del estuco, sin el más leve rasguño en las altas paredes, afirmaba aquella sensación de desapacible frío. Al cruzar de una pieza a otra, los pasos hallaban eco en toda la casa, como si un largo abandono hubiera sensibilizado su resonancia.


    En ese extraño nido de amor, Alicia pasó todo el otoño. No obstante, había concluido por echar un velo sobre sus antiguos sueños, y aún vivía dormida en la casa hostil, sin querer pensar en nada hasta que llegaba su marido.


    No es raro que adelgazara. Tuvo un ligero ataque de influenza que se arrastró insidiosamente días y días; Alicia no se reponía nunca. Al fin una tarde pudo salir al jardín apoyada en el brazo de él. Miraba indiferente a uno y otro lado. De pronto Jordán, con honda ternura, le pasó la mano por la cabeza, y Alicia rompió en seguida en sollozos, echándole los brazos al cuello. Lloró largamente todo su espanto callado, redoblando el llanto a la menor tentativa de caricia. Luego los sollozos fueron retardándose, y aún quedó largo rato escondida en su cuello, sin moverse ni decir una palabra.


    Fue ese el último día que Alicia estuvo levantada. Al día siguiente amaneció desvanecida. El médico de Jordán la examinó con suma atención, ordenándole calma y descanso absolutos.


    -No sé -le dijo a Jordán en la puerta de calle, con la voz todavía baja-. Tiene una gran debilidad que no me explico, y sin vómitos, nada... Si mañana se despierta como hoy, llámeme enseguida.


    Al otro día Alicia seguía peor. Hubo consulta. Constatóse una anemia de marcha agudísima, completamente inexplicable. Alicia no tuvo más desmayos, pero se iba visiblemente a la muerte. Todo el día el dormitorio estaba con las luces prendidas y en pleno silencio. Pasábanse horas sin oír el menor ruido. Alicia dormitaba. Jordán vivía casi en la sala, también con toda la luz encendida. Paseábase sin cesar de un extremo a otro, con incansable obstinación. La alfombra ahogaba sus pasos. A ratos entraba en el dormitorio y proseguía su mudo vaivén a lo largo de la cama, mirando a su mujer cada vez que caminaba en su dirección.


    Pronto Alicia comenzó a tener alucinaciones, confusas y flotantes al principio, y que descendieron luego a ras del suelo. La joven, con los ojos desmesuradamente abiertos, no hacía sino mirar la alfombra a uno y otro lado del respaldo de la cama. Una noche se quedó de repente mirando fijamente. Al rato abrió la boca para gritar, y sus narices y labios se perlaron de sudor.


    -¡Jordán! ¡Jordán! -clamó, rígida de espanto, sin dejar de mirar la alfombra.

    Jordán corrió al dormitorio, y al verlo aparecer Alicia dio un alarido de horror.
    -¡Soy yo, Alicia, soy yo!

    Alicia lo miró con extravió, miró la alfombra, volvió a mirarlo, y después de largo rato de estupefacta confrontación, se serenó. Sonrió y tomó entre las suyas la mano de su marido, acariciándola temblando.

    Entre sus alucinaciones más porfiadas, hubo un antropoide, apoyado en la alfombra sobre los dedos, que tenía fijos en ella los ojos.

    Los médicos volvieron inútilmente. Había allí delante de ellos una vida que se acababa, desangrándose día a día, hora a hora, sin saber absolutamente cómo. En la última consulta Alicia yacía en estupor mientras ellos la pulsaban, pasándose de uno a otro la muñeca inerte. La observaron largo rato en silencio y siguieron al comedor.


    -Pst... -se encogió de hombros desalentado su médico-. Es un caso serio... poco hay que hacer...

    -¡Sólo eso me faltaba! -resopló Jordán. Y tamborileó bruscamente sobre la mesa.

    Alicia fue extinguiéndose en su delirio de anemia, agravado de tarde, pero que remitía siempre en las primeras horas. Durante el día no avanzaba su enfermedad, pero cada mañana amanecía lívida, en síncope casi. Parecía que únicamente de noche se le fuera la vida en nuevas alas de sangre. Tenía siempre al despertar la sensación de estar desplomada en la cama con un millón de kilos encima. Desde el tercer día este hundimiento no la abandonó más. Apenas podía mover la cabeza. No quiso que le tocaran la cama, ni aún que le arreglaran el almohadón. Sus terrores crepusculares avanzaron en forma de monstruos que se arrastraban hasta la cama y trepaban dificultosamente por la colcha.


    Perdió luego el conocimiento. Los dos días finales deliró sin cesar a media voz. Las luces continuaban fúnebremente encendidas en el dormitorio y la sala. En el silencio agónico de la casa, no se oía más que el delirio monótono que salía de la cama, y el rumor ahogado de los eternos pasos de Jordán.


    Alicia murió, por fin. La sirvienta, que entró después a deshacer la cama, sola ya, miró un rato extrañada el almohadón.

    -¡Señor! -llamó a Jordán en voz baja-. En el almohadón hay manchas que parecen de sangre.
    Jordán se acercó rápidamente Y se dobló a su vez. Efectivamente, sobre la funda, a ambos lados del hueco que había dejado la cabeza de Alicia, se veían manchitas oscuras.

    -Parecen picaduras -murmuró la sirvienta después de un rato de inmóvil observación.

    -Levántelo a la luz -le dijo Jordán.

    La sirvienta lo levantó, pero enseguida lo dejó caer, y se quedó mirando a aquél, lívida y temblando. Sin saber por qué, Jordán sintió que los cabellos se le erizaban.


    -¿Qué hay? -murmuró con la voz ronca

    -Pesa mucho -articuló la sirvienta, sin dejar de temblar.


    Jordán lo levantó; pesaba extraordinariamente. Salieron con él, y sobre la mesa del comedor Jordán cortó funda y envoltura de un tajo. Las plumas superiores volaron, y la sirvienta dio un grito de horror con toda la boca abierta, llevándose las manos crispadas a los bandós. Sobre el fondo, entre las plumas, moviendo lentamente las patas velludas, había un animal monstruoso, una bola viviente y viscosa. Estaba tan hinchado que apenas se le pronunciaba la boca.


    Noche a noche, desde que Alicia había caído en cama, había aplicado sigilosamente su boca -su trompa, mejor dicho- a las sienes de aquélla, chupándole la sangre. La picadura era casi imperceptible. La remoción diaria del almohadón había impedido sin duda su desarrollo, pero desde que la joven no pudo moverse, la succión fue vertiginosa. En cinco días, en cinco noches, había vaciado a Alicia.


    Estos parásitos de las aves, diminutos en el medio habitual, llegan a adquirir en ciertas condiciones proporciones enormes. La sangre humana parece serles particularmente favorable, y no es raro hallarlos en los almohadones de pluma.
    Última edición por eidanyoson; 10/06/2013 a las 16:37

  9. #19
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    Predeterminado Re: Luz

    Para mí, de la lista de Ibán, Poe y Cortázar (aunque no como escritor de terror); Chéjov (aunque he leído menos) y Rulfo (me parece inquietante). Conseguí terminar "Dublineses", pero pasó a mi "mitad oscura".

    Como él (como tú) tengo todo lo de Stephen King (de hecho, Darkman es un personaje suyo) y tampoco pude con la saga de "La torre oscura". Los que más me gustan de los suyos (de King) son los relatos cortos. "Pesadillas y alucinaciones", por ejemplo. En las novelas, a veces estira el argumento más de la cuenta, como si el editor le exigiera llegar a las 800 páginas, pero reconozco que tiene un modo de escribir muy efectivo. En las últimas páginas de "La cúpula" casi llega a faltarle el aire también al lector. Aunque de los largos, el que más me gusta es "La tienda".

    Eidan, leeré el relato con más tiempo. Gracias por dejarlo aquí.

    Un placer charlar también de literatura.
    qué bonito sería...

  10. #20
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    Predeterminado Re: Luz

    Creo que se os olvida, aunque quizás no es vuestra condición natural, lo importante que es escribir. Tengo dos cosas claras en mi vida: mi yo siente el imperioso deseo de aprender cosas (lo que sea sobre lo que sea), de reunir conocimientos, y por otra parte de producir, unas veces cuidando la forma, otras veces cuidando el contenido, otras ambas y otras ninguna.

    Ahorrar dinero toda la vida y gastar tan solo lo imprescindible para sobrevivir es para mí como leer de todo durante toda mi vida y solo escribir números en la declaración de la renta, por hacer una metáfora sencilla.

    Comprendo perfectamente vuestra intención de ayudarme a mejorar, de cultivarme y demás, pero tanto como avancen los días habrá libros que leer, y mi objetivo no es leer. De hecho mi objetivo no es tampoco escribir, porque no tengo objetivos, solo padezco y emito.

    Se ve que estoy condenado a llevar la contraria a todo el mundo en mi vida :P

    Pero esta actitud es la misma que en mi carrera: me obligan a dedicarme a leer, leer y leer, y a escribir tan solo ensayos críticos obligatoriamente basados en otros señores que han hecho otros ensayos críticos basados en otros señores que... Y me parece patético. De esta forma cualquier cosa escrita por voluntad propia y no académica, dejando fluir su deseo a través de las manos, de un niño de 9 años, me parece que tiene infinito más valor que cualquier repugnante hoja de papel manchada con escritos de escritos.

    Un abrazo mágico

    S. Alexander
    BIOHACKER

 

 

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