Magia infantil de cerca

[Pulgas]

El repertorio (I).

Hablamos de niños y de la necesidad de que mantengan la atención. Por eso la primera recomendación que creo que debemos tener en cuenta es la variedad. Variedad de juegos, de técnicas y de ramas.
Puesto que no a todos nos gustan las mismas cosas, si creo un espectáculo rico en emociones, variado en presentaciones, etc. tengo muchas más posibilidades de triunfo que si me centro en un espectáculo monotemático.

Rompiendo estereotipos.
En mis espectáculos de magia de cerca suelo introducir algún juego de cartas. Antaño me preocupaba más que las cartas fueran especiales, adaptadas a los peques. Hoy en día me da un poco igual. De hecho suelo trabajar con baraja española. Ya he asumido que la presentación es tan importante, que si es buena y logra llegarles el soporte pasa a ser secundario.
Cierto que si el soporte (la baraja, en este caso) también está adaptada, resulta más sencillo, pero ya no lo veo como una prioridad (qué bueno es evolucionar).
Cuando hablo de monedas, sigo teniendo el problema de que a los peques (según educación y edades) el dinero les interesa poco. Más que interesarles poco, no alcanzan (a Dios gracias) a darle la trascendencia que le otorgamos los adultos. Eso me llevó, durante algún tiempo, a sustituir las monedas por materiales similares (fichas, botones, tazos). Al igual que me ha ocurrido con las cartas, en el momento en el que asumo que la historia puede superar en fuerza al material, las dudas desaparecen y ahora he vuelto a emplear monedas (cierto que falseo un poco el planteamiento porque las monedas que utilizo les resultan extrañas: pesetas, de las gordas; monedas chinas; dólares americanos o peniques ingleses…).
Concebir un espectáculo de cerca implica, para mí, que hay un montón de historias detrás de él. Historias con la suficiente fuerza como para enganchar al peque sin magia, por lo que, una vez que la introducimos, se refuerza tanto el argumento como el espectáculo. Es decir, la magia contribuye a hacerlas mucho más atractivas.

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El repertorio (II)

Ahora que tenemos claro que queremos apostar por la variedad, vamos a ver cómo componemos el programa de la sesión.
Algunas de las cosas que comentaré ahora se han hablado con frecuencia en el foro, pero son tan importantes que merece la pena volver a repetirlas.
Una de ellas hace alusión a la curva de intensidad del espectáculo. La otra, a la elección del primer y último juegos.
La presentación que hagamos, o el primer juego, son vitales. El niño decide en ese momento (y lo decide en segundos) si le va a gustar el espectáculo o si no le intensa; si nos va a incordiar, porque teme aburrirse, o está dispuesto a disfrutar.

El primer juego es, por tanto, clave. Por eso nos vamos a detener un poco más.
¿Qué buscamos con él?
Lo primero, que nos sirva de tarjeta de presentación, es decir, que explique, en muy poco tiempo, cuál va a ser la dinámica de nuestro espectáculo.
Lo segundo, ganarnos la confianza de los espectadores; demostrarles que va a ser divertido, que están en buenas manos.
Muchos autores (Henry Evans, por ejemplo) recomiendan iniciar el espectáculo con un juego muy corto y rápido, que cause mucha admiración. Los que estaban atentos lo verán y les fascinará. Los que estaban despistados se sentirán un poco frustrados al ver lo que se han perdido, y de esa manera centrarán su atención con mayor rapidez.
Otros autores recomiendan que haya más de un efecto dentro del juego. O bien que se construya una rutina directamente como medio de apertura. Y que pasen cosas enseguida. A la larga, desde el punto de vista de quien estaba atento, la situación no cambia: captamos la atención. Pero damos una segunda oportunidad a los despistadillos, que podrán engancharse sin haberse perdido mucho.
Darwin Ortiz va más lejos todavía: asegura que debe pasar algo mágico en los dos primeros minutos de cualquier espectáculo de magia de cerca. De esta manera, argumenta, dispone de algo más de tiempo para que los espectadores decidan si les va a gustar o no el espectáculo.

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El repertorio (III)

El ritmo ascendente.
Este es otro de los temas del que hemos hablado hasta la saciedad, que si el ritmo debe ser ascendente, que si ha de ser uniforme, pero de mucha altura, que si debe empezar muy fuerte, bajar un poco y volver a subir.
En general, en las artes escénicas, se sigue la máxima de que, para que el espectador esté constantemente enganchado a lo que presencia, debe tener la impresión de que lo que va a venir es mejor que lo que termina de ver.
Nelms representa la línea de interés como una ola, con al cresta al final. Pero luego comenta que es casi imposible conseguir ese objetivo, por lo que afirma que podemos contentarnos con una sucesión de olas, de tal manera que las crestas de cada una de ellas sí sean ascendentes en relación a la ola anterior. Es decir, habrá una serie de altibajos que, en conjunto, sí irán subiendo.
Esta explicación nos sirve para hablar de un tema fundamental.
Si cada juego crea un determinado clímax en el espectador, y el siguiente genera un clímax superior, cuando decaemos en intensidad estamos generando un anticlímax.
Algo importante a recalcar en este punto, es que el clímax creado no tiene nada que ver con la dificultad del juego. Hay juegos muy sencillos y que, sin embargo, son mucho más potentes (o el mago consigue que sean más potentes) que otros con técnicas complicadísimas.
Cuando estemos diseñando nuestro espectáculo, una vez asumido que le vamos a dar un ritmo creciente, puede que nos encontremos con muchos problemas prácticos: disposición del material (por ejemplo si queremos enlazar juegos que comparten objetos), necesidades técnicas (exigencias en la recogida de determinados objetos), etc.
Estos problemas nos pueden condicionar el orden, así que deberemos estudiar cuidadosamente la solución que demos a cada uno de esos conflictos.
Soy de la idea de que un espectáculo no está cerrado hasta que se ha rodado varias veces (y suelo cerrarlo después de la décima función). eso nos permitirá estudiar las reacciones del público, analizar sus respuestas y modificar, si procede, el orden de nuestros números.

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El repertorio (IV)

El último juego.
Ahora sí. Ahora tenemos que hacer un esfuerzo titánico para que el última juego sea fuerte de verdad. Durante algún tiempo, en la mente del espectador será el que mande, el que incline la balanza sobre si el espectáculo ha gustado o no.
Las posibilidades de elección acerca de este juego son muchas, y diversas las maneras de decantarnos por uno u otro. El resto del repertorio nos condiciona en parte (sobre todo si buscamos cierta coherencia).
Para elegirlo tenemos varias vías.
Darwin Ortiz nos habla de dos, esencialmente:

• Juegos en los que creas un intenso suspense creciente y, cuando la tensión está en el límite, resuelves con un clímax potente.
• Crear un clímax múltiple. uno de ellos más fuerte que los del resto del espectáculo, con algunos adicionales, siempre más fuertes que el precedente.

En mi criterio, existen otras opciones (si bien algunas de las características generales se ajustan a lo descrito por Ortiz).

• Podemos acudir al compendio final, al resumen, cerrar el espectáculo, en forma circular, recordando los principales efectos que ha ivsto el público. No se trata de hacer una repetición de juegos, sino una concatenación de efectos (las necesidades técnicas nos llevarán en ocasiones a ejecutarlos de distinta manera), que recuerden al espectador lo que ha visto y le hagan recordar una idea de conjunto.
  En este caso lo importante no será mantener el orden cornológico, sino crear una escala ascendente en cuanto a clímax.

Esta es una fórmula que a mí me gusta mucho, porque no me juego la ovación final a una sola carta, sino que la provoca el recuerdo (casi total) de lo presenciado.

• El falso final. Todo hace pensar que ya he acabado. Arranca la ovación. Y, antes de que se apague (que no se nos marchen lso niños) retomo el juego y le doy una vuelta de tornillo más. Como ya partimos del agrado del público, conseguiremos un resultado mucho mayor.

Es una fórmula muy efectiva, pero peligrosa. Los niños no están acostumbrados a aplaudir, pro lo que, si creen que se ha terminado, puede que se levanten sin más, con lo que es muy complicado recuperar su atención. Hemos de medirla muy bien para que no puedan desconectar.
Como estamos hablando de magia de cerca (y, por lo general, los grupos serán reducidos) será más fácil mantener su atanción y no debe costarnos (si hemos medido bien) recuperarlos para el apoteosis final.

[Pulgas]

El repertorio (V)

A modo de orientación.
En mi espectáculo "La que armó Mario con el armario", están estudiados juegos de:

• Cartas: dos juegos.
• Monedas: tres juegos (uno de desaparición, otro con cajitas).
• Cubiletes.
• Chop cup.
• Hilo roto.
• Esponjas.
• Mentalismo: dos juegos.
• Pizarras espiritistas.
• Imperdibles.

Eso no implica que en todas las sesiones haga todos los juegos (excedería de la hora). En función de las edades voy ajustando el repertorio.
Cada uno de los juegos va acompañado de una historia. Es decir, cada juego representa un cuento en el que, las cosas que suceden, van ilustradas con la magia.